lunes, 4 de julio de 2011

Un festival Lleno de Historias.

El Festival de Mérida cumple en 2011 unos 78 años de historia. Han sido cerca de ocho décadas de historia interrumpida por diversas circunstancias, tanto políticas y sociales, aunque se ha venido manteniendo fiel a su cita veraniega con regularidad desde 1953. Actualmente, y a lo largo de las 56 ediciones ya vividas, el Festival de Mérida es una de las mayores manifestaciones teatrales del mundo de contenido grecolatino, además de uno de los cauces más sólidos para la proyección nacional e internacional de Extremadura.
Desde que en 1933 la actriz catalana Margarita Xirgu protagonizase ‘Medea’ sobre las piedras desnudas del Teatro Romano, han sido muchos los creadores, directores, actores y actrices, escenógrafos y vestuaristas que han dejado su huella en la retina de los espectadores, con sus interpretaciones contemporáneas de los textos que autores como Sófocles, Esquilo, Eurípides y Séneca, entre otros, escribieron hace más de dos mil años.
Aunque el Festival de Mérida ha atravesado distintos ciclos desde su creación, fue en 1984 cuando su gestión pasó a manos del gobierno autonómico, mediante la fundación de un Patronato que, posteriormente, en 2002, se convirtió en Consorcio. Desde entonces, el Festival ha tenido seis directores que, en mayor o menor medida, han sido fieles en la defensa de la identidad grecolatina, utilizando los textos clásicos como pretexto para hablar de preocupaciones actuales. Blanca Portillo, junto a la figura de Chusa Martín como directora adjunta son, desde noviembre de 2010, las primeras mujeres que dirigen este certamen a lo largo de su historia.
Cada verano, los monumentos de la ciudad cobran vida y se convierten en espacios escénicos. El Teatro Romano lo es por excelencia pero también el Anfiteatro Romano, el Foro, la Alcazaba, el jardín del Teatro y las propias calles y plazas de la capital extremeña, cuyo conjunto monumental fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. En ellos, el teatro grecolatino se fusiona con la música, las nuevas tendencias artísticas, los espectáculos de calle o los concebidos para los más pequeños. Una oferta cultural global, que realza el valor patrimonial de estos monumentos y que pone de relieve, una vez más, la importancia de la cultura como prisma con el que interrogarse sobre el presente y el futuro.


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